Ana María Briongos, licenciada en Física por la Universidad de Barcelona, estudió lengua y literatura persa en la universidad de Teherán y trabajó en ese país y en Afganistán como intérprete y asesora.

En La cueva de Alí Babá narra su experiencia conviviendo con una familia iraní y como relaciones públicas de una tienda de alfombras en el bazar de Isfahán. El objetivo que ella persigue con esta obra es “ofrecer una idea general de lo que es Irán hoy, y evidenciar que algunas de las denuncias realizadas desde la mirada sesgada de occidente son equivocadas” (P.9).

De su vivencia aprendemos la importancia de las alfombras para la economía del país (son un valor de inversión reconocido), la técnica, el valor que tienen, cómo se realizan. “Ahora sé que la alfombra es en Oriente Medio algo más que un lujo. Es, al mismo tiempo, condensación de sabiduría artesana, fuente de divisas, suelo del nómada, ostentación de palacio, lugar de oración, testimonio de una cultura milenaria y sendero por el que divagar con la vista y la mente” (P.45).

La edad a la que la escritora se embarca en esta aventura, 50 años, se convierte en su aliada para participar de una gran “alfombra de diálogo”, reservada generalmente a hombres en el bazar. Permite que la respeten y le abre la puerta a las tertulias, a la visita de personajes extranjeros, a su punto de vista y también al conocimiento de la fuerte red de fidelidades y alianzas familiares que se tejen en el bazar.

De forma paralela reflexiona sobre el pasado más reciente de un país con ansias de estabilidad y de aperturismo que lidia con sectores reaccionarios, guerras vecinas, y extremismos que dificultan la transición a una democracia.

Coincidimos muchos/as de los/as participantes del Club en que sorprende la condescendencia con la que la autora enfoca determinados temas, la mujer, el retroceso tan tremendo sufrido por la hegemonía talibana y el efecto rebote en otros países, la dura represión tras la primavera árabe, la ilegalización de partidos, la merma de libertades.

Nos quedamos con su frase “cada ser humano es un milagro irrepetible” (P.183), y su interés en derribar prejuicios.